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Esperar

El principal tema definitorio de la sociedad humana gira en torno a la economía. El reparto de los bienes, las desigualdades económicas, la pobreza, la falta de recursos, la desigualdad en las recompensas, el enriquecimiento inmoral, el control de los mercados para las grandes compañías ...
Todos estos ítems son, como se ha dicho, definiciones, la mayoría basadas en realidades vigentes hace doscientos años pero que no lo son ahora. El desfase entre la situación actual y la definición que se le aplica impide encontrar cualquier solución, dado que los cambios que se proponen deberían aplicarse sobre un tiempo que ya no existe.
En nuestro mundo, los ítems son diferentes y de hecho los problemas planteados en el siglo XIX ya se han superado, aunque todavía sean el centro de la discusión. Los problemas actuales no han sido suficientemente bien definidos, y no se pueden abordar, tanto más cuando a menudo se consideran como la resultante de los antiguos problemas no resueltos.
Los hechos, obvios, tales como el desarrollo tecnológico, que incluye desde Internet a los robots, los aviones, los trenes, las naves espaciales; el desarrollo económico y financiero, la aparición de grandes civilizaciones con poder y capacidad de ejercerlo. La globalización y la hipercomunicación... son considerados como el desenlace de una realidad previa.

Mi opinión es la contraria, los tiempos antiguos generaron una problemática que, a pesar de no haber sido resuelta en el plano intelectual, si que lo ha sido por la vía de los hechos. Así, la tecnología supone tanto el fin de las desigualdades como los conflictos de clase, y la globalización empuja esta circunstancia a todas partes. La comunicación e Internet pueden eliminar la aculturación, el control de los mercados y permiten la pervivencia de los elementos minoritarios. El mundo en que vivimos tiene suficientes elementos para ser un mundo feliz, salvo que no sabemos, o no nos atrevemos a disfrutarlo. El obstáculo más grande es el miedo, que junto con la envidia, permanecen en nuestras almas, que se mantienen ancladas en el pasado (demasiado presente en nuestra mente y en nuestra retórica), que no en nuestras realidades.
El problema está en el miedo a aceptar una forma de pensar diferente y la envidia de las capacidades que adquieren los demás. Tengamos el valor de aceptar a los demás tal como son, y de admirar a quienes son capaces de hacer cosas distintas y mejores. No es un gran esfuerzo. Los problemas personales continuarán ya que, a menudo, queremos que sean personas determinadas quienes nos admiren, nos acepten y, en definitiva, nos amen y éstas no lo hacen. Tampoco es un gran esfuerzo esperar. Insistir hasta el final es insistir demasiado.

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