La fatalidad no se da siempre, pero ocurre a veces que una era muerta se prolonga como la luz de las estrellas sobre el espacio tiempo, su realidad existió en el pasado y por ello es inalterable aunque nosotros la veamos en nuestro propio tiempo.
En estas ocasiones (cuando se vive dentro de un eco) la persona nueva vive realmente en el sueño de otro. Allí, su realidad personal está prisionera y no puede sino adaptarse a una fantasía o pelear sin posibilidad por cambiar lo que ya ha sucedido y que sólo “parece” estar sucediendo. El mundo real, además, parece ajeno y falso, pues aún no está definido y el eco del mundo muerto, dificulta su comprensión.
La luz estelar es la metáfora de una época que perdura aun cuando sus fundamentos han periclitado. Una época decadente, de epígonos, aún brillante y aún más cómoda que la venidera llena de incógnitas. Aquellos que quieren alejarse de ella se enfrentan a la fuerza de la inercia y al poder de lo aparente.
En estas ocasiones (cuando se vive dentro de un eco) la persona nueva vive realmente en el sueño de otro. Allí, su realidad personal está prisionera y no puede sino adaptarse a una fantasía o pelear sin posibilidad por cambiar lo que ya ha sucedido y que sólo “parece” estar sucediendo. El mundo real, además, parece ajeno y falso, pues aún no está definido y el eco del mundo muerto, dificulta su comprensión.
La luz estelar es la metáfora de una época que perdura aun cuando sus fundamentos han periclitado. Una época decadente, de epígonos, aún brillante y aún más cómoda que la venidera llena de incógnitas. Aquellos que quieren alejarse de ella se enfrentan a la fuerza de la inercia y al poder de lo aparente.
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