La eterna lucha Yo que conozco el nombre de cada estrella y puedo, a mi placer, moverlas a todas ellas Yo que poseo un poder ilimitado y podría sin cuidado, transformar el mundo entero; vivo tranquilo sentado, para nada preocupado. Yo tranquilamente espero, mirando la tele en casa y no me estoy espantando de aquéllo que fuera pasa. Pues negando mi poder igual se lo niego al mal. Y aunque mi vigor de potro se pierde en lo virtual, no es en vano, pues el otro ha de agonizar igual. Existe un lazo invisible y si yo me quedo en poco el mal no crece tampoco y su poder es sufrible. A veces, viendo mi ocaso y mi situación fatal, me pregunto si el fracaso ha sido mío o del mal.
Poesía y reflexiones para explicar la realidad