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El callejón sin salida

Los seres humanos se autodefinen, buscan explicaciones para su conciencia, su cognición, sus emociones. Intentan revelar el significado del yo y hallar la verdad sobre la realidad. No hacen eso solo, ni siquiera es que sea su principal actividad. Esas disquisiciones son tema de una minoría de intelectuales. Estos tienen en común con los otros en que hacen aquello que se les manda.

En el juego de la vida los humanos son los trebejos, la realidad los escaques y todo ese órdago de conciencia, de ego y de emoción una interfaz que les conecta, no con un superyo propio, ni con un dios ni con un inconsciente colectivo, aunque estos nombres no dejan de ser apropiados y hasta graciosos. La conexión es con los auténticos jugadores. Los intelectuales, afortunados ellos, tienen por misión analizar las utilidades  del sistema; utilidades cuyas mejoras teóricas se iran implementando en la práctica,  en cambios de la "realidad"  derivados de cambios de los programas. Estos cambios los realizan los propios trebejos en el obediente devenir de sus vidas.

Lo ilimitado ansía limitarse y al hacerlo ansía aún más superar sus límites. Así juegan dos, cada uno busca atrapar al otro en un callejón sin salida. Cuando el final es definitivo pierden ambos pues ambos quedan atrapados en el límite de su posibilidad. El final llega cuando se alcanza el "bastante". Entonces aparece una "realidad" nueva. De la anterior sólo quedará el "arte", esto es "aquello que no es definible como "bastante".


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