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Orfeo




Orfeo

Orfeo entra en el infierno para recuperar aquello que desea pero a pesar de su esfuerzo sale sin ello. Es incapaz de no mirar atrás, de no mirar si su amada Eurídice le sigue hacia la salida. Lo hace, sólo para ver como la pierde para siempre.
El mito de Orfeo se abre  a muchas interpretaciones, a mí me interesa para considerar la cuestión de la pérdida. Cuando perdemos a una persona querida, o cualquier cosa querida, y aquí incluyo conceptos como la infancia, la patria o la amistad, aparecen dos posibilidades básicas de reacción:
-Recuperar lo perdido o substituirlo de forma equivalente.
-Continuar por el camino de la vida, asumiendo esa ausencia conservando una actitud receptiva hacia lo que aún está por llegar.
El mito de Orfeo muestra, hasta el extremo, la primera actitud, su final fatal ejemplifica lo trágico de esa conducta, lo perdido no se puede recuperar, intentarlo sólo conduce a la propia pérdida.
No obstante, hay ocasiones en que es necesario desandar lo andado, y recuperar lo perdido. Es el caso del laberinto, al tomar un camino equivocado que nos conduce a un tramo sin salida, o más simplemente, cuando caminamos por las calles de una ciudad, buscando una dirección concreta y nos extraviamos. Es evidente que hay que retroceder, este supuesto es similar a cuando hemos olvidado la cartera en casa y volvemos a buscarla cuando lo advertimos. Los extravíos, los olvidos no son pérdidas, no lo son en tanto que son fácilmente subsanables.
El problema se vuelve más arduo cuando el laberinto se convierte en una metáfora  de la vida y el callejón sin salida un momento determinado del camino de una persona, de un pueblo, de una organización o incluso de toda una civilización. Cuando la cartera olvidada es un concepto científico o moral, que pasado por alto en su momento, no está operativo cuando es imprescindible para facilitar la solución a un problema. En estos casos, de nuevo el mito de Orfeo se vuelve vigente y el dilema entre mirar hacia atrás o hacia delante puede plantearse.
Saber, a ciencia cierta, cuando la pérdida es irrecuperable, o cuando el coste de la recuperación es mayor de lo que se ha perdido, es, en ocasiones imposible. Saber, a ciencia cierta, cuando es posible proseguir sin lo perdido, también lo es. No es, éticamente, mejor una opción que la otra, ni más valiente. Orfeo perdió a Eurídice, pero él logró entrar y salir del Hades, aunque su historia no tiene, según el mito, un final feliz.
Podemos encontrar el error, podemos estar seguros de en que momento tomamos el camino equivocado, podemos corregir el concepto, pero no podremos volver a conducir nuestra vida si después de hacer esto continuamos mirando hacia atrás. Esperando un mágico regreso a un punto del tiempo ya pasado nos encerramos en nuestro Hades particular. Al valor de regresar hay que sumar el valor de renunciar, sólo así, algo nuevo puede sucedernos.




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