Bertrand Russell imagino un mundo que cambiaba cada cinco minutos. Los humanos no lo percibían porque sus recuerdos cambiaban al unísono. Si así fuera ¿cambiarían también los sentimientos? ¿Puede una emoción persistir sin el recuerdo? Yo creo que la emoción puede sobrevir en una obra de arte —Se detiene un instante, alza los ojos, como pensando—El problema es, entonces, cómo distinguir una verdadera obra de arte, de algo que se denomina arte y no lo es. Les parecerá una perogrullada, pero se trata de una cuestión de tiempo. Pero no de tiempo cronológico, no del Cronos griego que devoraba a sus hijos para seguir existiendo, pero sí del tiempo eterno, al que los griegos llamaban Aión, el tiempo circular donde la vida no tiene fin pues se regenera continuamente. El tiempo de los animales, ajenos al concepto de la muerte, ellos viven sus vidas, largas o cortas, envueltos en la certeza de la eternidad. Certeza que los humanos perdimos al despertar en el mundo de Cronos y convertirnos así en víctimas conscientes, en ofrendas, en sacrificados.
Pero el arte humano escapa al sacrificio y permanece en el tiempo Aion, y perdura aunque se transforme, pues el arte tiene en su seno la emoción y su concepto. Y así, el recorrido humano, en su vertiente intelectual, consiste en leer, en el arte imperecedero, aquellos conceptos que en él se albergan, y desarrollarlos y…procurarse así…la compensación por el sacrificio a que el intelecto obliga. Esto es, el conocimiento seguro de la muerte, y el dolor inasumible, que tal conocimiento procura.
¿Qué es el arte? La verdad. Una verdad que no puede destruir el tiempo Cronos porque se forma en el tiempo Aion, que acoge en su seno todos los conceptos, en todas sus formas. ¿Qué es el arte? La obra del hombre, inspirada por esa verdad eterna y expuesta al juicio de Cronos. Cronos puede devorar a sus hijos, los hijos de los tiempos con principio y fin, pero Cronos no puede devorar a los hijos de Aión. Y cuando el artista rescata de la eternidad una forma, un concepto, ofrece a Cronos algo que no puede devorar. Arte.
Y, por tanto, tomando la similitud entre la palabra “aún” y el nombre del tiempo “Aión” de los griegos. Les diré que es arte lo que aún conserva su valor. Es arté lo que aún conmueve. Es arte lo que aún nos duele. Es arte lo que aún se guarda. Es arte lo que aún se espera.
Y aunque aún quisiera decirles muchas cosas, tendremos que dejarlo aquí porque aún queda un buen rato para disfrutar de esta hermosa tarde, en esta ciudad, tan hermosa aún.
La gente aplaude, pero el fino oído del profesor logra oír a un joven rechoncho, con gafas y barbita, el arquetipo del intelectual progre que dice
—Se dará cuenta ese pedante que no ha hecho más que repetir lo que dijo Platón
El comentario le hace sonreír «Platón siempre, Platón aún»
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