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Emoción como mercancia

 

   

En el momento actual el mundo mental ha perdido mucha de su virtualidad al ser el principal recurso de la humanidad. El sistema humano ha abandonado la realidad material y se alimenta, se define y se mueve por motivos ligados a los significados. Son las marcas (virtual) y no los productos (real) lo que se desea, y las necesidades se cubren como cuestión subsidiaría al consumo de conceptos.

De hecho el sistema de consumo, ligado a la publicidad y a los medios de comunicación han convertido las emociones en una realidad contable (por el consumo o por la audiencia) y por tanto un valor que pertenecía al sistema mental es ahora un elemento real. Todas las actividades humanas, sean económica o políticas, persiguen capturar la emoción, y los especialistas en conseguirlo abundan.

Cuando la emoción se convierte en un elemento físico pierde su valor mental, que era ser una guía informativa para dar respuesta a las amenazas del entorno o a las oportunidades. Materializadas y manipulables las emociones son utilizadas por unos para conducir el comportamiento de otros. Se vuelven así un elemento de poder. Las técnicas de control emocional son las herramientas que el conocimiento da a los hombres para transformar, consciente y deliberadamente, el sistema mental, de forma masiva. Así, pueden cambiar los hábitos y los deseos, los odios y las simpatías de grupos que pueden estar constituidos por millones de individuos.

La armonía del sistema está desestabilizada, cabe pensar que un elemento físico se va a volver mental para compensar lo sucedido y lo hará o lo está haciendo creando sincronías que permitan a los seres humanos recuperar la guía que las emociones no pueden dar. La respuesta a las amenazas vendrá de los símbolos físicos legibles directamente por el individuo sin que supongan emoción, sino información concreta, que, aunque descontextualizada puede ser insertada en el problema concreto del individuo, así toda la realidad física se virtualiza y habla de forma directa a quien la sabe entender.

Las emociones se enlazan formando más que una respuesta una senda que conecta una necesidad con su satisfacción. La manipulación de ese circuito concluye con una satisfacción parcial de la necesidad, que supone de hecho una insatisfacción permanente y un consumo excesivo de productos inútiles pero que se consumen en el mismo paquete. La materialización de las emociones, mediante los símbolos, la publicidad, el consumo y las audiencias masivas, ha permitido su manipulación y la pérdida de armonía del sistema. Las técnicas de control emocional facilitan la compra de marcas, los cambios de hábitos, la valoración de las personas, etc. Se entiende que todo ello enmascara la realidad y provoca un sufrimiento añadido que solo favorece al enriquecimiento material de unos pocos

Recuperar el circuito debe hacerse recuperando la simetría del sistema. El propio cuerpo puede ser el inicio del nuevo circuito, pero no ya desde los sentidos sino desde otra parte del cuerpo. Por ejemplo, la respuesta disfuncional de ciertos órganos. Estas disfunciones podrían provocar movimientos, recorridos lógicos, que generaran encuentros de otro modo imposibles. Esto es, encuentros casuales de los que se obtienen soluciones. Los órganos del cuerpo humano se virtualizan al substituir el papel de las emociones, y el recorrido en el espacio-tiempo material es ahora una realidad mental que conduce a una real satisfacción de las necesidades. Dejar de lado el movimiento emocional y responder a las llamadas del cuerpo, y convertir los recorridos físicos consiguientes en un fenómeno mental, de forma que determinados períodos del espacio tiempo, y de la biografía, queden mentalizados, por lo que sus consecuencias se aprecien en la vida mental, como un sueño o un pensamiento, y no en el universo material.

Tal substitución es de grado ontológico y los seres humanos que desarrollen tales circuitos se encontraran entre ellos, formarán grupo ligados por el espacio-tiempo virtualizado y constituirán, por su diferencia un grupo ajeno al resto de la humanidad, una especie nueva, más adaptada para sobrevivir al terremoto emocional. Un paso evolutivo.

Este paso se constituye en dos movimientos simultáneos, primero la redefinición de emoción como producto y no como guía; segundo el desarrollo de un nuevo sistema para detectar las necesidades  y hallar la senda que conduce a su satisfacción.



 

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