Cuando los dioses decidieron que el fin del mundo debía producirse se lo comunicaron al dios encargado de escribir el destino en el Libro secreto. Sin embargo el escriba no compartía la opinión de los otros y dijo que escribiría su propio final.
Al oirle decir esto, los demás entraron en colera y lo desterraron a la Tierra, sin más poder que su palabra.
El viejo escribiente pasó muchos años contando historias, divertidas a veces, misteriosas otras. Las contaba a las personas, pero también en medio del bosque donde no había gente y solo los animales y las plantas escuchaban.
El fin del mundo, tal como los poderosos creadores habían decidido, no se produjo. En su lugar un mundo inesperado lleno de posibilidades salió a la luz.
Los dioses, complacidos, perdonaron al escriba, pero con la condición de que les revelara como había accedido al Libro y como había escrito en él.
El anciano dijo
-Las páginas del Libro se hallan en el espíritu de aquellos que viven y el instrumento para escribir en ellas se puede encontrar aun cuando todo está perdido.
-¿Cuál es ese instrumento? Preguntó el primero entre los dioses, ávido siempre de aumentar más su poder.
-El humilde escriba contestó:
La esperanza
Y regresó tranquilamente a su oficina.
Comentarios
Publicar un comentario
Me interesa tu opinión