Ir al contenido principal

Entradas

La eterna lucha

La eterna lucha Yo que conozco el nombre de cada estrella y puedo, a mi placer,  moverlas a todas ellas Yo que poseo un poder ilimitado y podría sin cuidado, transformar el mundo entero; vivo tranquilo sentado, para nada preocupado. Yo tranquilamente espero, mirando la tele en casa  y no me estoy espantando de aquéllo que fuera pasa. Pues negando mi poder igual se lo niego al mal. Y aunque mi vigor de potro se pierde en lo virtual, no es en vano, pues el otro ha de agonizar igual. Existe un lazo invisible y si yo me quedo en poco el mal no crece tampoco y su poder es sufrible. A veces, viendo mi ocaso y mi situación fatal, me pregunto si el fracaso ha sido mío o del mal.
Quan va caure Roma, Sant Agustí va parlar de la ciutat eterna, d’aquesta forma volia substituir la realitat política que durant segles havia donat equilibri al seu món per una altre indestructible, en tant que no era material: el cristianisme. El desenvolupament d’Occident no va fer seva aquesta idea, va ser el concepte de Civilització,  lligat al progrés, a la ciència, a la democràcia i a la llibertat, qui va conformar la nova ciutat eterna, delimitada per un relat històric. La Història es converteix així en la nostra realitat, els seus relats són els edificis i els carrers i les places, el paisatge on vivim i sobre tot allò que entenem i que marca els límits del que pensem. De nou, la ciutat eterna cau i decau. La Historia d’Occident s’esgota, el seu motor, la dualitat, s’ha detingut per la necessitat d’emmurallar-se. Dins les seves muralles les persones i el pensament viuen una vida ociosa, creix la desigualtat, decreix la natalitat, augmenten les malalties de l’ànima i l’esperança
Los guardianes del relato no solemos conocernos. Sin embargo, después de lo sucedido, insistí al Círculo sobre mi necesidad de ser relevado. La magia de los guardianes es leve pero indispensable, pues el progreso del relato puede verse interrumpido cuando se retuerce la gramática básica en la que se alimenta. Por ello, el Círculo envió un substituto. No puedo decir nada malo de él. Tenía una rápida intuición para advertir los meandros del relato. Descubría las formas y no se amilanaba ante los contenidos. El problema vino de su forma de pronunciar las erres, emitía un sonido más parecido a las ges. Un defecto sin importancia en nuestro trabajo, pero que ha cambiado el curso de mi vida. Cuando ya estaba el traspaso prácticamente completado. El substituto me quiso advertir de que aún faltaban unos minutos para que fuera el momento exacto, según el relato, de mi marcha. Y por ello dijo “Tendgás que espegag. Aún ha de pasag un gato” Y aquí sigo. Esperando al gato.